Croqueta, cocreta, o cocleta. Como le llames es lo de menos, es su día y se merece un homenaje.
Aunque esté mundialmente asociada a la gastronomía española, la croqueta es originaria de Francia. La primera mención que se hace a la croqueta primigénea es de 1691 y aparece en el recetario del cocinero francés François Massialot, Le cuisinier roial et bourgeois.
La ascendencia de lo que terminó por convertirse en la joya de la cocina de aprovechamiento es, por lo tanto, de alta cuna y adn gabacho sin lugar a ningún tipo de dudas. Lamentablemente la gastronomía española no puede jactarse de formar parte de los ocho apellidos del linaje croquetil, pero sí de haberle aportado su popularización (en el sentido de convertirla en comida popular). Es posiblemente esta socialización del crujiente y esponjoso bocado lo que la ha conservado hasta nuestros días convertida en la tapa española por excelencia, compartiendo podio con el jamón serrano y la tortilla de patatas.
La historia de la croqueta
La receta de François Massialot todavía no puede considerarse una auténtica croqueta. Era más bien un buñuelo hecho con un picadillo o un relleno ligado con huevo y rebozado en pan duro rallado que se freía en mantequilla dando como resultado algo parecido a una albóndiga de varios ingredientes.
Fue uno de los cocineros de la corte del rey Luis XIV de Francia quién proporcionó a la primitiva croqueta el delicioso (e imprescindible) toque que le faltaba: la bechamel.
Una vez más, los galos sentaban un antes y un después en la historia de la gastronomía creando una de las salsas más populares y utilizadas del mundo. Así pues, esas primeras bolitas crujientes pasaron a ligarse con esta salsa de harina, leche y mantequilla – también conocida como roux– que vino a proporcionarle la sedosidad y la untuosidad que caracteriza a las croquetas que conocemos y que nos genera esa especie de adicción y platonismo.
En cuanto a la croqueta transpirenaica, comenzó a popularizarse como la televisión (una en cada casa) durante los primeros años del siglo XIX.
El “tuneo” fundamental que le dieron los españoles fué cambiar la mantequilla por el aceite de oliva o girasol para freírla, convirtiéndola en mucho más ligera y crujiente. Además de adaptarla al aprovechamiento de la cocina de cada región.
Croqueta gallega
La cocina gallega tradicional no es muy dada a grandes complicaciones elaborativas ya que históricamente cuenta con un producto que no es necesario manipular en exceso por su excelencia, pero algo que no nos hemos podido resistir a importar de la belle France ha sido su croquette, que hemos mejorado introduciendo en la farsa nuestros embutidos y nuestras carnes. Después del intercambio, ya pudimos enviar de vuelta a los franceses por donde habían venido.
Doña Emilia Pardo Bazán, la primera gastrónoma española, dejaba impresa su opinión sobre esta nuestra adaptación de las croquetas: « Hay que añadir que la croqueta, al aclimatarse á España, ha ganado mucho. La francesa es enorme, dura y sin gracia. Aquí -en Galicia-, al contrario, la hacen bien; se deshacen en la boca, de tan blandas y suaves.» Pasando, acto seguido, doña Emilia a describir su receta de croquetas de lacón a las que, como curiosidad, añadía cebolla pochada.
No sé qué os parecerá a vosotros, pero a nosotros, además de hambre, nos está entrando un orgullo patrio….
Así que vamos a ponernos manos a la obra y a conmemorar el Día Internacional de la Croqueta con una adaptación de la croqueta de lacón de la erudita coruñesa. Esta es una receta que nos acerca otro gran docto de la gastronomía gallega, Pepe Vieira. del restaurante homónimo reconocido con una estrella Michelín:
Croquetas de Lacón con grelos por Pepe Vieira.
¿Y vosotros? ¿De qué son esas croquetas especiales con las que brindaríais para celebrar el día?